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domingo, febrero 13, 2011

True Blood (Temporada 2)

La segunda temporada explora la relación de la telépata Sookie Stackhouse con su amante vampiro, Bill Compton. También introduce un número de participación de la Fraternidad anti-vampiros de la iglesia del Sol y el adoctrinamiento de Jason Stackhouse en la iglesia por sus líderes, Reverendo Steve Newlin y su esposa Sarah. También amplía el papel de Maryann Forrester, una poderosa criatura sobrenatural que controla lentamente al pueblo de Bon Temps. Sookie viaja a Dallas con Bill para ayudar a encontrar al creador de Eric, un vampiro de dos mil años de edad llamado Godric, que ha desaparecido y se cree que han sido secuestrado por el movimiento del Sol.

Resultaba muy complicado, en los últimos años, defender el mundo de los vampiros como una fuente de buenas historias alejado del mundo adolescente. Todo se lo debemos a la saga Crepúsculo de la que, sin entrar a valorar su calidad, sólo diremos una cosa: los vampiros no brillan a la luz del sol.

Cuando True Blood escapó de las páginas de Charlaine Harris para nacer en las pantallas de aquellos que sintonizaban la HBO, muchos temíamos que se tratase de un nuevo subproducto nacido a la sombra (o a la luz) de los "vampiros gusiluz". Después de que un par de valientes se lanzaran a visionarla, empezaron a llegar las criticas. Y no eran nada malas, no. Así que como para criticar hay que ver primero, nos lanzamos a por la primera temporada con la guardia bien alta, por lo que pudiera pasar.

Un momento, esto está muy bien. Efectivamente los vampiros eran tales cosas. Bebían sangre de personas, dormían en ataúdes (o semi-enterrados), son alérgicos a la plata y no, no pueden caminar a la luz del sol (al menos, no más allá de lo justo para proporcionar un momento dramático). Además, el hecho de que sean conocidos por la opinión pública ofrece un buen argumento para que haya conflicto entre los personajes. ¿A favor o en contra? ¿Buenos vecinos, o criaturas del infierno? Para no alargarnos más, la primera temporada fue una cosa muy buena.

Llegada ya la segunda, la sensación fue bien distinta. Con la guardia baja, uno esperaba más de lo mismo. Y efectivamente eso fue. Todo lo que había funcionado seguía ahí. Pero ahora iba in crescendo. Desde el primer episodio se pisaba el acelerador y no se soltaba hasta llegar al último. Y eso en una recta puede estar bien. Pero en un recorrido lleno de curvas, corres el peligro de tirar del asiendo al espectador. Dicho de otro modo, la serie empieza a volverse increíble por momentos. Todo ocurre en Bon Temps, todos y cada uno de los habitantes del pueblo tienen algo que ocultar o son poseedores de los más oscuros secretos. Y Sookie... Sookie es Antoñita la Fantástica. Todo le pasa a ella. Y donde antes teníamos una telépata... ahora ni siquiera ella sabe muy bién qué es lo que es. Tanta sorpresa junta se carga el principal puntal con el que contaba la serie: la credibilidad.

Esto no implica que la serie sea aburrida. En absoluto. La información se desvela a buen ritmo, y en lineas muy generales, los personajes actúan consecuentemente a sus personalidades. Son las situaciones, las que uno no es capaz de asimilar sin hacer aspavientos, soltar un "si, hombre, venga ya" o directamente reírse. No, la segunda temporada de True Blood no está mal. Pero dista mucho de estar bien. Hay que frenar un poco. Dejar que las aguas vuelvan a su cauce, para que nos demos cuenta que debajo hay una nueva amenaza. Porque si seguimos desvelando sorpresas en medio del temporal, no nos sorprenderemos. Y en el fantástico, lo que no sorprende: o "mola mucho" (generalmente entre el público adolescente) o "no se lo cree nadie" (entre los sectores más críticos).

En definitiva, la temporada no aburre, pero dista mucho de ser buena. No digamos ya de alcanzar el nivel de la primera. Pero no está todo perdido. Si los guionistas son capaces de reconducirla a lo que fue, tendrán serie para rato. Tengo entendido que no es lo que ha ocurrido con la tercera temporada (ya finalizada) pero creo que por aquí, todavía, no vamos a bajarnos del barco. Ya veremos más adelante.

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