¿POR DONDE EMPIEZO?

sábado, febrero 12, 2011

Angelina y el honor de un brigadier

Todo es teatro. En el escenario, otro escenario. Telones pintados, trampantojos y candilejas con su luz dorada y temblorosa. Y las sombras, personajes con sombra. Es otro tiempo, un siglo lejano, para Jardiel, las postimetrías de la época colonial española. Transposición teatral de la memoria. Angelina transcurre en la primavera de 1880. Un tiempo nuevo llama a la puerta. Renovarse o morir, aunque morir de risa. Jardiel trae humor nuevo, el tinglado de la antigua farsa cruje y descubrimos atónitos que lo que relucía no era oro, sino latón. Y se oxida. Este humor ventila, airea, ilumina, hiere, purifica y es un gratificante distanciamiento para revisar los mitos y las grandes palabras, ya tan polvorientas, que durante siglos, guardadas en escapularios, fueron santo y seña de este pueblo y de su teatro. Ironías del tiempo. Lo que hoy es humor, ayer fue llanto. A esta ceremonia acudirá Don Juan, que ahora se llama Germán. ¡Pobre mito desmitificado! Y Angelina, con su candorosa inocencia, desbancará a Doña Inés. Y tendremos también invitados de lujo: los cuernos que han florecido en la azotea del brigadier. Y ya se sabe, donde hay cuernos acuden, estén invitados o no, el honor desvirgado y ofendido, la honra, la humillación y el ultraje. ¡Qué gentío! ¡Ay Jardiel, la que has liado!

Se me escapa de la cabeza el dato, pero muchos años lleva ya esta página danzando por la red de redes. Cambios de nombre, de diseño y de planteamiento cada vez que la cosa se estancaba en un burdo intento de sobrevivir en un mar de blogs en el que el profesional se desmarca claramente del mero aficionado. Escasos días después de la última resurrección queremos reafirmar nuestro compromiso con aquellos pocos (o ingentes, todo depende de como prefiera mirarlo uno mismo) seguidores con los que contamos. Al menos, comprometernos todo lo que las obligaciones para con el traer el pan a la mesa nos permitan. Hay ganas de cultura, hay ganas de ocio y hay ganas de escribir. Prueba de nuestras energías renovadas (y que duren) es que por primera vez en nuestra corta historia nos vamos a lanzar a reseñar algo... nuevo. Sigan leyendo.

El ser humano cuenta de serie con el vicio de quejarse. El derecho al pataleo. Buena cosa que nos permite, cuando todo se tuerce en nuestra contra, desahogar nuestras frustraciones rápidamente. Pero hemos de reconocer, que muchas veces nos quejamos de vicio. Efectivamente, podemos lamentarnos de que Sevilla no cuenta con un circuito teatral cargado de obras conocidas por el gran público (mayoritariamente musicales de nombre y de renombre). Pero lamentarnos de que en Sevilla no se hace buen teatro... ya eso es harina de otro costal. Por pedir que no quede. Pero uno ha de pedir cuando se ha terminado lo que tiene en el plato. Plato al que, al menos, comenzaremos a darle vueltas, a ver que lleva realmente de guarnición.

De momento hemos puesto un pie en el Lope de Vega. Veamos. Angelina y el honor de un brigadier. No se de que va. No me atrae especialmente. Pero oye chico, llevo mucho sin ir al teatro y me lo pide el cuerpo. No se pierde nada por probar. Comienza la obra. Muy curioso, no hay nada en el escenario y los personajes portan linternas para iluminarse unos a otros. Alguien comenta en el patio de butacas que no le gustan esas cosas "tan modernas". Sin embargo, cuando comienza el primer acto me toca a mi perderme. Estos señores hablan muy raro. Usan un lenguaje antiguo y cargado de rimas. ¿Por qué se rie la gente? A mi me cuesta entender lo que dicen. A los cinco minutos pillo la primera broma. No esta nada mal. Me rio con el resto de la sala y por fin empiezo a dejarme llevar...

Y durante algo más de una hora y media, disfruto de una historia divertida. Nada que no haya visto antes, pero por su planteamiento algo totalmente nuevo. La rima empieza a convertirse en algo conocido y enriquece cada uno de los golpes que nos brindan unos actores (algunos conocidos, otros no tanto) que parecen disfrutar con su papel. Eso sí. No miro el reloj en todo el tiempo que dura la función (cosa que cada vez me sucede más en el cine, aunque no haya visto malas películas ultimamente), y al caer el telón, sin sentir que haya presenciado el espectáculo de mi vida, no puedo evitar sentir que la función se me antoja corta.

En definitiva, más allá de recalcar que se trata de una obra bastante interesante, no sabría a quién recomendarla. Lo que si voy a recomendar, a mí mismo el primero, es ir más al teatro. Y ya que nos ponemos, por qué no comenzar con Angelina y el honor de un brigadier que estará en el Teatro Lope de Vega del 4 al 13 de febrero.

No hay comentarios: