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domingo, julio 31, 2011

Juego de Tronos

Tras el largo verano, el invierno se acerca a los Siete Reinos. Lord Eddar Stark, señor de Invernalia, deja sus dominios para unirse a la corte de su amigo el rey Robert Baratheon, llamado el Usurpador, hombre díscolo y otrora guerrero audaz cuyas mayores aficiones son comer, beber y engendrar bastardos. Eddar Stark ocupará el cargo de Mano del Rey e intentará desentrañar una maraña de intrigas que pondrá en peligro su vida y la de todos los suyos.

En un mundo cuyas estaciones pueden durar decenios y en el que retazos de una magia inmemorial y olvidada surgen en los rincones más sombríos y maravillosos, la traición y la lealtad, la compasión y la sed de venganza, el amor y el poder hacen del juego de tronos una poderosa trampa que atrapará en sus fauces a los personajes... y al lector.


No le hace justicia. Y cuidado, se trata de la sinopsis oficial que podemos encontrar en la contraportada del libro. Pero, ¿que descripción haría justicia a una novela como esta?

Posiblemente ninguna. Y es que tratar de resumir Juego de Tronos en quince o veinte líneas resulta ardua tarea. Sobre todo si además, queremos captar la esencia, aquello por lo que se trata de una gran obra. No, definitivamente todo eso no se puede conseguir en un par de párrafos.

¿Qué es una novela río? Desconocía el término hasta que la novela cayó en mis manos. Digamos que es una novela en la que la historia se va bifurcando, como en un río, para al final acabar en una gran desembocadura. Si esto es así, no podemos encontrar mejor ejemplo de esta estructura narrativa que el del libro que nos ocupa. Lo más importante no es lo que está escrito (que es una verdadera maravilla). No, sobre todo, por lo que destaca el primer capítulo de la serie de Canción de Hielo y Fuego es por su estructura narrativa. Narrada en primera persona, con una decena de personajes protagonistas, y sin repetir escenas desde diversos puntos de vistal. R.R. Martin consigue que la historia avance a un ritmo endiablado.

Al finalizar cada capítulo nos deja en el punto más álgido de la situación. No queremos trasladar nuestra mirada a otro lugar (que puede encontrarse a miles de kilómetros de distancia), pero a las pocas páginas la cosa empieza a coger velocidad y justo cuando todo va a desbordarse... nuevo cambio de escenario. Lo dicho, un ritmo endiablado. Pero en ningún momento se cae en el error de hacer sentir al lector de forma estúpida. Y con sólo leer el nombre del protagonista de cada capítulo somos capaces de despegar en el mapa imaginario de Poniente y sobrevolarlo hasta la nueva hubicación.

Puede parecer que lo único importante de la historia es como está escrita. Y no el argumento en sí mismo. Para nada. La red de intrigas que el autor ha desarrollado es tan intricada, que a poco que se tire de uno de sus hilos empieza a desmadejarse completamente, aportando una cantidad de información (sobre todo traducida en nombres de personajes y casas nobiliarias) abrumadora. Los personajes son carismáticos. Están también elaborados que nos enamoramos de los más entrañables y detestamos profundamente a los más odiosos. La novela no deja indiferente. Y no se le puede sacar ningún defecto. En todo caso su duración, ya que Juego de Tronos sólo es el primer paso de un largo viaje que desgraciadamente aún está inconcluso. Y tal es la ansiedad de saber como acaba, que preocupa saber que el final, aún no está plasmado sobre el papel.

En definitiva, una novela no recomendada, sino de obligada lectura para todo el mundo. Sobre todo ahora que ha sido llevada a la pequeña pantalla con bastante acierto por la cadena HBO. Se acerca el invierno.

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