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martes, febrero 12, 2013

Puedo escuchar el mar

Rikako Muto es una estudiante de Tokio que acaba de ser trasladada a uno de los institutos de Kochi, una ciudad costera alejada de la capital. Es guapa, inteligente, buena en los estudios y en los deportes. Pero, sin que se sepa por qué motivo, no consigue adaptarse a la vida social de la escuela. A ese mismo instituto acuden Taku Morisaki y Yukata Matsuno, dos grandes amigos de toda la vida. Algo ocurrirá cuando el primero de los dos comience a fijarse visiblemente en la joven recién llegada.
En un catálogo tan amplio como el de Studio Ghibli, muchos son los títulos que vienen a la cabeza cuando se intentan enumerar una a una las producciones de la compañía. Sin embargo, quedan en último lugar, por norma general, algunos rezagados que sólo los más avispados logran poner en pie. ¿Es debido esto a una falta de calidad? Bueno. Está claro que hay películas y películas. Pero ya hemos comentado en varias ocasiones que incluso la peor obra de Ghibli, queda bastante por encima que cualquier otra en su género. Algo que sólo ocurre en Occidente con PIXAR.
No, la respuesta a este tipo de pesquisas suele venir de la mano de la publicidad. Esa extraña disciplina, tan cercana y tan desconocida a la vez que dictamina quien se queda y quién se va en nuestra sociedad globalizada (y si no, que se lo cuenten al vídeo Beta). Es un hecho que la totalidad de las cintas del estudio han arrasado en su país de origen, pero lo que llega a nuestras costas, es harina de otro costal. Y los señores que deciden invertir su dinero en una película del calibre de El viaje de Chihiro o La Princesa Mononoke (de las pocas que recuerdo estrenarse en salas de cine comerciales) ya se encargarán de que el filme llegue a nuestro conocimiento. Pero los productos "menores", que se importan porque vienen con un nombre detrás que hace que tengan su pequeño público, pasan mucho más desapercibidos ante el ojo profano. Si además añadimos que esta Puedo escuchar el mar ya en japón contó con un circuito de distribución "inferior" al de sus hermanas mayores (la película fue producida directamente para el mercado televisivo) quizás quede claro por qué es una de las últimas en las quinielas de Studio Ghibli.
No por ello se trata de una mala película. Es cierto que no alcanza calidad (especialmente a nivel argumental) de otras obras. Pero mantiene el tipo de forma más que digna. El objetivo de la cinta era el dar a los nuevos talentos la oportunidad de promocionarse. Y hay que reconocer que estos jóvenes nipones han hecho su mejor esfuerzo. Puede que por tratarse de un equipo de desarrollo de determinada edad, les haya quedado una historia muy de "instituto". Pero la verdad es que sin enamorar, la trama entretiene con soltura. Además, nos encontramos con poco más de una hora de metraje por lo que no tendremos ocasión de aburrirnos. La animación es muy correcta y los personajes resultan atractivos (obviamente, quien nos tiene que caer mal, lo hace desde primera hora) y seguramente conectemos con uno u otro recordando nuestros días de juventud.
Quizás a alguien que haya prestado más atención a la película no le resulte extraño, pero el título no acaba de convencer hasta el punto de que al término de la misma más de uno se preguntará donde está el mar que se menciona y no aparece. Se podría llegar a pensar que hemos sido víctimas una vez más de una mala traducción. Pero no es así, la película contó con dos títulos en su distribución internacional: Ocean Waves en países de habla inglesa y Puedo escuchar el mar es el que le pusieron sus seguidores por ser una traducción literal del nombre japonés. Así que en este caso contamos con una mayor precisión que los anglohablantes. No, el título es y seguirá siendo un misterio. Al menos para éste que les escribe.
En resumen, una película entretenida, sin pretensiones. De marcado corte costumbrista. Recomendada sólo para los incondicionales del estudio nipón. El resto, bueno, pueden acercarse sin miedo. 

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